viernes, 3 de julio de 2009

A propósito de la «Filosofía del amor»


«Olvidar que una coja no camina derecha produce la fascinación de un momento, pero amarla precisamente porque es coja significa la deificación de su defecto. Convendría quizás grabar esta frase en el evangelio femenino: Bienaventuradas las imperfectas porque de ellas es el reino del amor. Ciertamente, la belleza debe ser una desgracia para una mujer, pues esta flor efímera cuenta demasiado dentro de los sentimientos que inspira, lo mismo que la riqueza de una heredera. En cambio el amor que provoca una desheredada de las frágiles ventajas tan perseguidas y anheladas por los hijos de Adán, es el amor verdadero, la pasión realmente misteriosa y ardiente que une dos almas; un sentimiento con el cual el desencanto no llega nunca. Este tipo de mujer posee una gracia ignorada por el mundo. Es bella a propósito y cosecha tanta dicha al ver olvidados sus defectos, que siempre es vencedora. Así pues, los romances más célebres de la historia fueron casi todos inspirados por mujeres en quienes el vulgo hubiera encontrado defectos. Cleopatra, Juana de Nápoles, Diana de Poitiers, la señorita de la Vallière, madame de Pompadour, en fin la mayoría de las mujeres célebres por amor, no estaban exentas de imperfecciones o deformidades, mientras que las mujeres cuya belleza es ejemplo de perfección han visto terminar sus amores. Esta rareza aparente debe tener una causa. ¿Será quizás que el hombre vive más por el sentimiento que por el placer? ¿O quizás el encanto totalmente físico de una mujer tiene sus límites, mientras que el encanto moral de una mujer de belleza mediocre es infinito?»

[HONORATO DE BALZAC, La búsqueda de lo absoluto]

En este sentido también está aquello que nos dice Marie de France:


«No es bueno el amor desigual. Es preferible un hombre pobre y fiel, si hay en él cordura y valor: más gozo procura su amor que el de príncipe o rey que se conducen sin lealtad. Quien ama por encima de lo que conviene a su rango recela de todo, mientras que, por su parte, el hombre poderoso piensa que nadie va a quitarle a su amiga, a quien quiere amar en virtud de su condición de señor [...]


»La mujer coqueta se hace rogar durante mucho tiempo para hacerse apreciar más y para que su enamorado no vaya a creer que ha experimentado ya el amor. En cambio, la dama, de recto pensamiento, en la que se dan cita nobleza y buen sentido, si encuentra hombre a la medida de sus deseos, no deberá mostrarse orgullosa con él; lo amará, obtendrá su alegría y, antes que nadie llegue a oírlo o saberlo, habrán sacado ambos de su amor el máximo provecho.»


Y termino con la siguiente recomendación, también de María de Francia:


«Pero quien no revela su enfermedad a duras penas puede recobrar la salud. Amor es llaga dentro del cuerpo que nunca asoma a superficie. Largo tiempo hace que este mal nos posee, pues Naturaleza nos lo ha legado. Muchos no lo toman en serio: esos groseros cortesanos que van por el mundo cortejando a las damas y jactándose de lo que hacen. No es eso Amor, sino locura, perversión y libertinaje. Quien encuentra un amor leal debe servirlo, amarlo y obedecer en todo sus órdenes.»


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