jueves, 23 de julio de 2009

De los derviches

«Los derviches alcanzan un punto de éxtasis al propiciar una alteración en su percepción por medio de giros sobre sí mismos y obedeciendo a la agitación progresiva de los golpes de un tambor, o al ritmo in crescendo de su canto, como en el caso de los “derviches aulladores”» [Gabriel Weisz Carrington. (1986) El juego viviente: indagación sobre las partes ocultas del objeto lúdico. Siglo XXI. p. 32]


Y Maulana Yalal al-Din Rumi, nos dice, en el Masnavi, de los sufíes:


Amigo mío, el Sufí es hijo del momento presente:

decir “mañana” no es nuestro camino.

(I, 134)


Todo el mundo teme tanto a la muerte,

pero los verdaderos Sufíes se burlan de ella:

nada esclaviza sus corazones.

Aquello que impacta a la concha de la ostra

no daña a la perla.

(I, 3495-6)

Termino con un relato de la tradición derviche:

«Cierto hombre creía que el último día de la humanidad caería en una determinada fecha y se lo debía afrontar de modo adecuado.

Llegado el día, congregó en torno de sí a cuantos estuvieron dispuestos a escucharlo y los condujo a la cima de una montaña. Tan pronto estuvieron reunidos allí, el peso acumulado hizo que se hundiera la frágil corteza y todos terminaron arrojados a las profundidades de un volcán y, sin lugar a dudas, fue para ellos el último día» [El último día. En Los mejores relatos de derviches. Antología. Margarita Rodriguez Acero (compilación y prólogo); Longseller, 2001, p. 31]