sábado, 20 de junio de 2009

Fahrenheit 451: Una apología del libro... un cuadro de nuestra época


«Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos “hechos” que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse...»


«En cierta época, los libros atraían a alguna gente, aquí, allí, por doquier. Podían permitirse ser diferentes. El mundo era ancho. Pero, luego, el mundo se llenó de ojos, de codos y de bocas. Población doble, triple, cuádruple. Films y radios, revistas, libros, fueron adquiriendo un bajo nivel, una especie de vulgar uniformidad […]

«Imagínalo. El hombre del siglo XIX con sus caballos, sus perros, sus coches, sus lentos desplazamientos. Luego, en el siglo XX, acelera la cámara. Los libros más breves, condensaciones. Resúmenes. Todo se reduce a la anécdota, al final brusco […]

«Los clásicos reducidos a una emisión radiofónica de quince minutos. Después, vueltos a reducir para llenar una lectura de dos minutos. Por fin, convertidos en diez o doce líneas en un diccionario. Claro está, exagero. Los diccionarios únicamente servían para buscar referencias. Pero eran muchos los que sólo sabían de Hamlet… lo que había en una condensación de una página en un libro que afirmaba: Ahora, podrá leer por fin todos los clásicos. Manténgase al mismo nivel que sus vecinos. ¿Te das cuenta? Salir de la guardería infantil para ir a la Universidad y regresar a la guardería. Ésta ha sido la formación intelectual durante los últimos cinco siglos o más […]

«Acelera la proyección, Montag, aprisa. ¿Clic? ¿Película? Mira, Ojo, Ahora, Adelante, Aquí, Allí, Aprisa, Ritmo, Arriba, Abajo, dentro, Fuera, Por qué, Cómo, Quién, Qué, Dónde, ¿Eh? ¡Oh! ¡Bang! ¡Zas!, Golpe, Bing, Bong, ¡Bum! Selecciones de selecciones. ¿Política? ¡Una columna, dos frases, un titular! Luego, en pleno aire, todo desaparece. La mente del hombre gira tan aprisa a impulsos de los editores, explotadores, locutores, que la fuerza centrífuga elimina todo pensamiento innecesario, origen de una perdida de valioso tiempo […]

«Los años de Universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorados. La vida es inmediata, el empleo cuenta, el placer lo domina todo después del trabajo. ¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas? […]

«El cierre de cremallera desplaza al botón y el hombre ya no dispone de todo ese tiempo para pensar mientras se viste, una hora filosófica y, por lo tanto, una hora de melancolía […]

«La vida se convierte en una gran carrera, Montag. Todo se hace aprisa, de cualquier modo […]

«Vaciar los teatros excepto para que actúen payasos, e instalar en las habitaciones paredes de vidrio y bonitos colores que suben y bajan, como confeti, sangre, jerez o sauterne […]

«Más deportes para todos, espíritu de grupo, diversión, y no hay necesidad de pensar, ¿eh? Organiza y superorganiza superdeporte. Más chistes en los libros. Más ilustraciones. La mente absorbe menos y menos. Impaciencia. Autopistas llenas de multitudes que van a algún sitio, a algún sitio, a algún sitio, a ningún sitio. El refugio de la gasolina. Las ciudades se convierten en moteles, la gente siente impulsos nómadas y va de un sitio para otro, siguiendo las mareas, viviendo una noche en la habitación donde otro ha dormido durante el día y el de más allá la noche anterior.»

«Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos “hechos” que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el Universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado. ¡Al diablo con ello! Así, pues, adelante con los clubes y las fiestas, los acróbatas y los prestidigitadores, los coches a reacción, las bicicletas, los helicópteros, el sexo y las drogas, más de todo lo que esté relacionado con los reflejos automáticos. Si el drama es malo, si la película no dice nada, si la comedia carece de sentido, dame una inyección de teramina. Me parecerá que reacciono con la obra, cuando sólo se trata de una reacción táctil a las vibraciones. Pero no me importa. Prefiero un entretenimiento completo.» [Ray Bradbury, Fahrenheit 451]

viernes, 19 de junio de 2009

Sobre «La aguja imantada»

Sócrates en respuesta a Antifón:
«… Así como a otro hombre le procura placer un buen caballo o un perro o un pájaro, a mí me deparan aún mayor placer los buenos amigos. Y si doy con algo bueno, se lo enseño a ellos y los presento unos a otros con miras a que sean recíprocamente útiles tocante a la virtud. Y junto con mis amigos recorro los tesoros de los hombres sabios del pasado que los dejaron escritos en libros que nosotros leemos con gran cuidado. Si encontramos algo bueno, lo recogemos y consideramos que se asegura gran provecho si logramos ser útiles a otro.» [Jenofonte, Memorabilia, I,6]

Allan Bloom comenta:
«… Nos dice Sócrates que la amistad es el centro de su vida. Y todos nosotros atesoramos la idea de la amistad, pero éste no es realmente un tema moderno. Resulta difícil encontrar una discusión reciente y profunda sobre la amistad. Pero aquí tenemos por lo menos indicios de lo que son los amigos verdaderos independientemente de esas manchadas amistades fundadas en el placer o la utilidad, amistades que no son duraderas, pero que suelen constituir el fondo de lo que corrientemente se llama amistad. El amigo es el hombre con quien Sócrates puede conversar sobre el interés común que ambos tienen por lo que es bueno. Buenos caballos y perros no son los compañeros de esta partida, sólo lo son los seres humanos. Los gustos y los intereses compartidos constituyen un verdadero terreno común para ambos. Y aquí llegamos al foco de lo que nos interesa: la conciencia de un interés compartido y el alimento para éste proceden de libros escritos por los sabios del pasado. Los que aman lo bueno llegan a ser amigos porque lo conciben con la ayuda de libros sabios y antiguos… Los amigos leen juntos y hablan sobre la vida que les gustaría llevar mientras la están viviendo.» [Bloom, Allan. (1999) Gigantes y enanos. La tradición ética y política de Sócrates a John Rawls; Barcelona: Editorial Gedisa]

Sobre la desdicha

Leía hace poco éstas líneas en «El hombre, La vida, la ciencia, el arte» de Ernest Hello:
«La desdicha es un alimento para la vanidad, para la curiosidad, para la ilusión, para la nada […] La desdicha, en estas condiciones, llega a ser una posición; reemplaza con una actitud melancólica el trabajo que no se hace; pues el gusto por la desdicha es una de las formas de la pereza […] Esa pereza de la que hablo es una pereza adecuada a los hombres que se creen grandes, una pereza verbosa, declamatoria, doctoral y enfática que menosprecia la acción. Esa pereza, no contenta con la práctica, se eleva a la altura de teoría. No hace nada, porque, para obrar, es harto majestuosa. Se admira a sí misma en su necedad, y en su dolor sobre todo. Procura llorar y hace ostentaciones de las lágrimas estériles que trata verter. Esa pereza toma a veces la pluma para comunicar a los hombres la pasión de la desdicha.»[Hello, E. (1914) op. cit, p. 77]

Más adelante sigue:
«La poesía ligera habla de amores burlados, de vidas perdidas, de dolores eternos, de tristezas sin esperanza, de sueños que no se realizan. La poesía ligera está poblada de sepulcros y osamentas. Es sombría, es negra, carece de brillo, es estéril. Es fatigosa como el vacío; cae aplastada bajo su propia carga; y no sin motivo, pues esa carga es la ausencia de Dios. La poesía ligera tiene el derecho de sucumbir. Todos esos desvaríos llenos de suspiros, de lágrimas y de mentiras, están vacíos de Dios y llenos del hombre. La poesía ligera tiene el derecho de sucumbir bajo la ignominia que arrastra. La elegía ignora el regocijo y la luz, que entran en la tabla de los deberes de la poesía. La poesía ligera celebra la desdicha porque carece de gravedad. La poesía austera, la que deben apetecer las almas, celebra la alegría, porque la alegría viene de Dios […] El regocijo es la austeridad de la poesía.» [Ídem, p. 78]